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Sobre la represión: contexto y evidencia.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de represión? ¿qué es lo que sentimos? ¿a quién señalamos? En una serie de artículos que se irán publicando a lo largo del tiempo intentaremos arrojar algunas reflexiones sobre la represión. En este primer artículo reflexionamos sobre la realidad situada y pragmática de los mecanismos represivos.

Cuando hablamos de la represión no la definimos como una acción concreta, aislada y efímera. No vemos la represión en tal o cual golpe, en tal o cual encarcelamiento, o en tal o cual tortura o asesinato. Aunque en estos hechos concretos se vuelve evidente; la represión no puede reducirse ingenuamente a una carga policial concreta. Asumir este análisis sería asumir una visión asocial y ahistórica de la represión. La represión es mucho más que el hecho concreto en el que se hace evidente. La represión, como hecho estructurado, es todo aquello que se esconde tras la acción visible. La represión no es el golpe en sí, sino todo aquello que hay detrás del golpe: todo aquello que motiva el golpe y todo aquello que pretende transformar el golpe. Bajo este análisis profundo tratamos de definir la represión como un suceso social complejo que necesita ser analizado desde una perspectiva amplia, histórica y social.


La carga policial por sí sola no nos dice absolutamente nada; simplemente es el síntoma de algo que, latentemente, está detrás. Para entender la carga, como para entender cualquier hecho social, debemos de preguntar por las causas, por las motivaciones y por las aspiraciones. Debemos incrustar la represión en su realidad. Analizarla en su contexto.

Así, en nuestro contexto, nos limitamos a hablar de la represión que sufrimos. De nada nos sirve hablar en abstractos absolutos. Los hechos sociales son en relación con la sociedad en la que se desarrollan, responden a sus intereses y buscan actuar sobre ella. No podemos aislar un hecho de su realidad. No podemos aislar un elemento de su contexto. Para entender la represión necesitamos situarla en la realidad concreta en la que se inscribe. Y puesto que vivimos en una realidad capitalista y estatal hablamos de la represión en relación con estas estructuras capitalistas y estatales.


La represión siempre se ejerce en relación con su contexto de manera que si en la edad antigua la represión tomaba un cariz diferente al de la represión en la edad media o moderna; la represión en una realidad capitalista se definirá en relación con esta realidad. Bien es cierto que pueden existir, y de hecho existen, mínimos comunes: aspectos compartidos que no pueden ser ignorados, pero estos aspectos sólo permanecen en tanto que son útiles para la represión en tal o cual realidad. Una vez que estos aspectos se desligan de su utilidad acaban por desaparecer. Hablamos, por ejemplo, de la justificación teológica de la represión en la baja edad media: en esta época sabemos que la represión ejercida se justificaba en nombre del designio divino y el pecado, más tarde, al desligarse la religión del poder el aspecto divino de la represión desaparece y surgen los conceptos de ciudadano, de nación, y por último, de democracia.


Con esta breve y burda genealogía observamos como la represión es en función de la sociedad en la cual es ejercida. Observamos como la represión evoluciona, va adaptándose a los diferentes contextos y en ellos va modificando sus cualidades, sus funciones y sus detonantes.


Así la represión en una sociedad capitalista y estatal se estructura en relación con las dinámicas e intereses del capitalismo y el estado. Haciendo abstracción, si se quiere, podemos decir que la represión se estructura en relación con las dinámicas y los interés del grupo que ejerce esa represión, y, obviamente, en funciónde las características del sujeto reprimido. Advertiremos, además, que el grupo que ostenta la capacidad coercitiva está determinado, a su vez, por la realidad concreta en la que habita.


De esta manera en nuestra sociedad debemos de mirar a la clase burguesa y al Estado pues son ellos los que ejercen la represión gracias a la existencia de unas realidades materiales y simbólicas concretas. El Estado y las clases burguesas usan la represión como un instrumento para asegurarse las condiciones materiales y simbólicas que le son beneficiosas para sus interés.


La naturaleza de la represión en todo tiempo, aunque con mayor o menor consecución, es pragmática y utilitaria. La represión tiene una intención práctica, y, lo que se salga de esta función de pragmatismo roza el morbo y el sadismo. Pero la cuestión fundamental es la pragmática. Los sujetos represores utilizarán en su acción represiva aquellos mecanismos que, utilitariamente, produzcan más beneficios y menos costes. La lógica de mercado, en una sociedad de mercado, también afecta a la represión. A la burguesía no le interesa la represión per se, sino la represión estructurante, la represión útil a sus interés, la represión, en definitiva, rentable.


La burguesía, apoyada en la legitimada fuerza estatal, usa los mecanismos que más la convienen económica y socialmente. A fin de cuentas, ningún represor mataría a alguien si puede conseguir los mismos resultados con distintos y “pacíficos” mecanismos. Esto es así, no por benevolencia, claro está, sino por utilidad e interés: el asesinato se hace explícito, y además, encarece la fuerza de trabajo.


Esto significa que no por que no nos maten no estamos siendo reprimidos. Los mecanismos de la represión cambian pero los resultados, la imposición de un determinado orden social, se mantienen intactos. Poco hay que celebrar en el hecho de que la represión sea menos explícita. Al fin, las fuerzas represivas lo que buscan es imponerse, el cómo está guiado por sus intereses y sus posibilidades.


En una realidad de relativa "paz social" en la que la mayor parte de la población ha naturalizado y reproducido en sus carnes el orden social que beneficia al burgués, la represión es menos explícita o menos evidente aunque, podemos afirmarlo, mucho más efectiva. Ahora bien, cuando este orden social se ve cuestionado la represión va más allá de su dimensión simbólica o implícita. Al cambiar el contexto de "paz social" la represión se hace más evidente pero, al tiempo, menos efectiva en tanto que los discursos de legitimación moral se ven directamente cuestionados. La represión es más evidente (no más o menos violenta) cuanto más se debilita el orden social que la ejerce.


La represión, por tanto, es situada. Se entiende en función de la realidad que impone y exige unos métodos y unas formas determinadas. Se entiende en función de los actores que se devuelven en esa realidad. La represión se define en la sociedad.

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