El término gentrificación proviene de la palabra inglesa gentry que se traduce literalmente como “alta burguesía”. La gentrificación hace referencia al proceso por el cual un espacio urbano “degradado” es rehabilitado y mercantilizado. Podríamos decir que la definición literal de gentrificación es la de aburguesamiento del espacio urbano.

Los procesos de gentrificación llevan consigo inevitables consecuencias: alza del precio de la vivienda, especulación, modificación y encarecimiento del tejido comercial y la hostelería local, expulsión de los vecinos “de toda la vida”, turistificación, etc.
Un barrio gentrificado, por tanto, es aquel en el que los vecinos locales han sido desplazados y expulsados debido al encarecimiento de las formas de vida en sus zonas de residencia y convivencia. A fin de cuentas, la gentrificación es la sustitución espacial de la clase baja y la clase media empobrecida, por una clase alta que podríamos denominar burguesa.
Los procesos de gentrificación suelen comenzar debido a la iniciativa pública, los ayuntamientos lejos de mejorar el barrio para los propios vecinos rehabilitan las zonas urbanas con el objetivo de mercantilizarlas. Instituciones como los museos, las universidades, los ministerios, o las sedes empresariales atraen a poblaciones con alto nivel adquisitivo, poniendo la primera piedra del proceso de gentrificación.
Los nuevos vecinos y los turistas, con capacidad adquisitiva superior a la de los vecinos locales, comienzan a demandar ciertos servicios y comercios, por lo que el tejido comercial de los barrios se modifica y se encarece obligando a muchas personas a marcharse de sus barrios. Las viviendas que quedan vacías, a su vez, suelen ser adquiridas por fondos de inversión o por nuevos propietarios enriquecidos, por lo que el precio de las viviendas y los locales aumenta, y la población local se ve cada vez más acorralada.
Muchos de estos espacios (viviendas y locales) son rehabilitados como apartamentos turísticos, provocando un proceso hermano de la gentrificación, que se denomina turistificación. Este proceso vendría no solo a expulsar a los vecinos, sino directamente a toda la población de larga estancia, convirtiendo los barrios en una especie de parque temático dedicado al ocio y al turismo.
El problema es que los barrios no son simples espacios de residencia, sino que son lugares de convivencia. Cuando una vecina o un vecino se ve obligado a abandonar el barrio por no poder pagar el alquiler, o por no poder consumir en su entorno, también se ve obligado a abandonar sus redes sociales. Cuando nos echan de nuestro barrio nos quitan nuestras amistades, nuestros hábitos y formas de vida, nos modifican el acceso habitual a los servicios públicos, y nos destruyen la memoria.
Al expulsar a la población local la memoria de los barrios se pierde, sucumben las organizaciones vecinales y las asociaciones, los espacios de convivencia mueren. Sin los vecinos los barrios dejan de ser barrios y se convierten en grandes centros comerciales al aire libre. Todo ello al tiempo que la vida de los vecinos sigue siendo precaria y sigue siendo atacada por los procesos de mercantilización.