Los barrios obreros de Vallecas, Carabanchel y Usera, están siendo los más afectados por el Coronavirus. Sin embargo, esta alta tasa de incidencia no es casual. En los barrios obreros como estos se dan una serie de factores socioeconómicos que aumentan la probabilidad de contagio de las personas que allí viven.

La enfermedad es un suceso condicionado por la realidad social. Toda enfermedad está unida a causas y consecuencias sociales. Como pasó en su día con el Sida, la enfermedad se puede convertir en un estigma, o como pasa hoy con el Cáncer, en un sinónimo de fuerza. Sea como sea, observamos como la enfermedad influye en los patrones sociales. Sin embargo, los patrones sociales también influyen en la enfermedad. La relación sociedad-enfermedad es bidireccional. Es por esto que ciertas condiciones sociales pueden elevar nuestra probabilidad de contagio.
Entre estos factores socioeconómicos que aumentan la probabilidad de contagio están:
Bajo nivel económico. La falta de recursos en las familias provoca que el acceso a alimentos y a productos básicos sea más complicado. Cuando en nuestro carro de la compra faltan ciertos alimentos y hay exceso de otros porque son más baratos, nuestra salud se resiente, no es complicado encontrarse con casos de desnutrición y/o obesidad en los barrios obreros. Estas patologías provocan que luego, a nivel médico, el virus pueda afectar más al paciente.
El nivel económico también limita el acceso a mascarillas y a medicamentos. Las mascarillas se han convertido en un producto vital en estos días, pero suponen un alto coste. En una familia de 4 personas el gasto mensual en mascarillas, si cumplimos con su vida útil (4 horas), se puede elevar a 108€. Por lo que es común la reutilización de mascarillas o el uso de mascarillas no homologadas.
Trabajo precario y manual. Muchas de las personas que residen en barrios obreros trabajan en industria pesada y otras industrias con alto desgaste físico. Es común que la clase trabajadora sufra de afecciones respiratorias y otras patologías. Al igual que ocurre con la obesidad, estas patologías previas, pueden agravar la enfermedad en el paciente.
El trabajo precario y sumergido también provoca que muchas familias vivan al día a día, por lo que les es imposible faltar al trabajo. Esto provoca que, entre el hambre y la enfermedad, muchos trabajadores y muchas trabajadoras se decanten por la enfermedad. Aun cuando tiene síntomas, son muchas las personas que deben ir a trabajar para no morir de hambre, o que no lo comunican por miedo a ser despedidas.
A esto se le suma el hecho de que muchos de los trabajadores de barrios obreros desempeñan trabajos no adaptables al teletrabajo y de alta exposición (Supermercados, logística, p. ej)
Vivienda compartida. Muchas familias debido al alto coste de la vivienda y a la precariedad de los salarios, se ven obligadas a compartir piso con otras familias, en ocasiones superando las 10 personas. Cuantas más personas residan en un piso, mayores serán las probabilidades de que una persona contagie a las demás, más aún cuando la falta de espacio limita la posibilidad de distancia social o la posibilidad de aislar a un residente infectado.
Transporte público: la falta de recursos económicos y la imposibilidad de acceso a un vehículo propio obliga a muchas personas a coger el transporte publico todos los días para ir a trabajar. Cuanto mas contacto social haya, más probabilidades hay de contagio, por lo que el metro y el autobús se convierten en bacanales víricas.
Son, por tanto, muchos las factores sociales, económicos y políticos que pueden explicar las altas tasas de contagio en los barrios obreros. Estigmatizar y aislar a la clase obrera no soluciona nada, sino que facilita el juego a las élites. Como vemos, el virus si entiende de clases, y si afecta más a la clase trabajadora.