Está de moda decir eso de que los antifascistas le hacemos el juego a los fascistas. Debe ser jodido eso de creer que es mejor dejar hablar al odio que combatirlo. ¿Algunos no han pensado que no es lo mismo caer en la trampa del cazador, que ir a donde está el cazador escondido y darle una buena reprimenda? Es más ¿Algunos no han pensado que los que le dan bombo mediático a una manifestación no son los manifestantes, atentos ellos a los sucesos que pasan, sino los medios que cubren, gozosa y morbosamente, el acto?

(Cartel propagandístico de Vox en la estación de Renfe de Sol)
El problema es que se lleva diciendo demasiado tiempo que hay que tolerar a personas que en cada acción y en cada palabra propagan la dominación. Qué si las mujeres, qué si los menores extranjeros no acompañados, qué si los antifascistas, qué si los inmigrantes… son expertos en apuntar al oprimido y defender al opresor. Recordemos, no sin ironía, que la culpa de la misera en la que vive, o sobrevive, “tu abuela” la tiene un chaval de 10 años recluido en un centro, y no un sistema capitalista apuntalado por el Estado.
La idea es escurrir el bulto, mirar y señalar para otro lado. Demasiado caro les saldría analizar el porqué de la precariedad del sistema público de pensiones… ¡Demasiado caro! El objetivo, es no apuntar a la verdadera causa de la miseria. Por muy tópico que suene, ya hicieron los nazis algo parecido en su momento. ¿Qué le hacemos si tienen el mismo modus operandi? Les gusta, no por maldad sino por estrategia, señalar a un colectivo minoritario, el qué sea, y usarlo como chivo expiatorio para desviar la atención de las verdaderas causas y fuentes del problema: el capitalismo, y el Estado. Es el plan perfecto: las minorías que pueden construir un resistencia a la hegemonía son abatidas al mismo tiempo que los empresarios y capitalistas son defendidos y reforzados. No se rechaza el hartazgo, no se criminaliza la rabia, ni si quiera se la calma, sino que se la redirige.

(Cartel de propaganda nazi en el que se criminaliza la discapacidad debido a su "coste" económico)
La lógica consiste en utilizar las propias consecuencias negativas de una estructura en provecho de la propia estructura. Para qué solucionar la miseria si puedes usarla a tu favor. El objetivo de la xenofobia propagada por Vox no es sólo el de criminalizar y estigmatizar a la población migrante para luego legitimar su explotación por parte de las clases capitalistas, sino que el objetivo también es el de proteger a la clase capitalista, sacar al capitalismo de foco, y que este siga explotando sin la amenaza o el miedo a la subversión. La doble cara de la moneda. El motivo por el cual el fascismo sirve al capitalismo.
No hay motivo para pensar en las estructuras cuando sabes que la culpa de tu opresión la tiene otro oprimido. Es bastante sencillo, a la par que cruel. Ni siquiera haría falta defender el capitalismo explícitamente, simplemente habría que desviar el debate hacia otro plano. No se niega el conflicto, como muchos pretenden hacer creer, sino que se traslada su eje. El conflicto, al igual que la rabia, es útil. Recordemos que el conflicto y la falta de “paz social” es la excusa perfecta para reforzar los aparatos represivos, que en ultima instancia, son los guardianes de la viña, de la propiedad.
El conflicto deja de ser de clase (en lo visible) para transformarse en un conflicto racial, generacional, nacional, etc. que legitima la intervención del estado sobre un colectivo oprimido. La represión del conflicto ya no se percibe de manera vertical (una clase domínate, burguesa, reprime a una clase dominada, obrera). Ahora la represión va dirigida contra una comunidad que se levanta, en el discurso, como opresora. Es decir, la represión ya no se percibe como tal, sino que al legitimarse con la instrumentalización de un chivo expiatorio criminalizado se percibe como defensa o protección por parte del Estado. Lo que antes calificaríamos de abuso represivo, ahora se convierte en una acción de defensa de la “paz social” y el bienestar. En resumidas cuenta, si describimos al migrante, no como una victima del sistema capitalista-estatal, sino como un opresor generador de miseria, su represión no solo no se repudia sino que se celebra. Da igual que sea mentira, lo importante es, como hemos dicho, desviar la mirada.
De esta manera, se observa que la propagación de un discurso de odio tiene varias consecuencias y/u objetivos:
Criminalizar a un colectivo minoritario para justificar su explotación. Al criminalizar a un colectivo se justifica su represión, estatal y empresarial. A través de la criminalización se legitima y normaliza la precariedad de las personas pertenecientes al colectivo discriminado. No esta mal explotar, si el explotado es considero inferior.
Reprimir y eliminar los ejemplos y alternativas de resistencia. Al legitimarse la represión de un determinado colectivo, el Estado y el capital tienen vía libre para terminar con todos aquellos modos de vida alternativos que amenazan la hegemonía imperante basada en compraventa de trabajo.
Desviar el foco de las causas primeras de la opresión. El capitalismo, como estructura con consecuencias negativas, queda oculto. El culpable son las minorías y no el capitalismo.
Legitimar la represión. Al transformarse el reprimido en alguien merecedor de represión y castigo, se naturaliza y se normaliza el uso de la fuerza por parte del Estado.
Son por todos estos motivos por los que combatir el odio no es hacerle el juego al fascismo. Hacerle el juego al fascismo consistiría en normalizar su discurso. Hacerle el juego al fascismo consiste en favorecer la criminalización de colectivos, y consiste en criminalizar, no a los opresores, sino a los oprimido que luchan contra la opresión.